Lacan las inventó, una de sus innovaciones técnicas más importantes. Se trata de sesiones cortas que no se rigen por la lógica temporal de la clásica sesión de 50 minutos. Pongamos que llega un paciente a su consulta semanal y luego de un silencio empieza a hablar, apenas ha pronunciado alguna frase el analista da por terminada la sesión. Ese es un ejemplo de una sesión de duración variable, generalmente más utilizadas por psicoanalistas lacanianos. Podría imaginarse el desconcierto del paciente si es que no está familiarizado con esta forma de trabajo. Pero Lacan podía llegar incluso más lejos. En el libro de Pierre Rey “Una temporada con Lacan” relata cómo en alguna oportunidad un analizante llega a su consulta, toca la puerta del famoso psicoanalista y este le suelta algo como: “hoy no vamos a tener sesión pero le voy a cobrar de todos modos”, con lo cual el sujeto se marcha confundido. Creo que es una técnica interesante que produce un corte que puede traer efectos útiles al tratamiento del paciente. Propone que la terapia está ligada a una lógica en donde lo terapeutico no es la sesión en sí misma ni lo que ocurre en ella sino que acontece fuera. Uno de los fundamentos de la sesión variable es el hecho de que el corte, la interrupción en una frase o palabra produce asociaciones, recuerdos, potencia el encuentro con lo nuevo. Todo lo cual podrá ser pensado entre sesión y sesión. La interrupción perturba y genera tensión pero también genera la posibilidad de encontrar nuevos significados y de ir más allá de las resistencias personales.
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