2 de febrero de 2015

La pulsión

Freud va a diferenciar la sexualidad en el ser humano del resto de los animales y define para ello el concepto de "pulsión" diferenciada del "instinto" propio del mundo animal. Mientras que el instinto alude a una serie de comportamientos preformados y hereditarios, adaptados a un único tipo de objeto, la pulsión en cambio, admite variabilidad y es en sí misma una representación, la representación psíquica de los estímulos provenientes del interior del cuerpo.

Como señala Abadi, la sexualidad humana tiene que ver más con los aspectos psíquicos que con un hecho biológico, en la medida que pasa a ser un vehículo de un proceso de significación. El tejido de la sexualidad humana, constituiría más una verdadera “psicosexualidad” en tanto que el impulso biológico viene a estar recubierto por una serie compleja de representaciones y estructuras ideo-afectivas.

La pulsión constituye un concepto central para la comprensión de este fenómeno, que da cuenta de las complejidades en las que se inscribe la sexualidad y de sus atravesamientos somáticos y culturales. En un mismo concepto encontramos representado en un polo lo biológico, filogenético, fisiológico, etc. y en otro extremo el objeto en relación con otros, implicado y determinado culturalmente. El espacio psíquico se constituye en esta multi frontera, como un sistema abierto y zona de intercambio. Resulta por demás difícil dar cuenta de límites precisos en dichas transacciones y separar objeto de deseo, cuando este es parte fundante del aquel, es “objeto causa de deseo”, deseamos en definitiva aquello que tiene representación, lo que el medio cultural nos provee.

Las etapas libidinales recorridas por el niño (oral, sádico-anal y genital) dan cuenta de la variabilidad de objetos que admite la pulsión sexual para su satisfacción. Dicho peregrinar, en un sentido amplio, nunca tiene fin, ya que la pulsión busca aquello que le falta. En este sentido hablamos de la sexualidad no ligada a lo genital. El psicoanálisis ha ampliado la noción de sexualidad en cuanto a su extensión ya que abarca no sólo la actividad genital, sino toda la actividad humana. El impulso sexual sublimado será el que se encuentre detrás de la búsqueda y logro de objetivos socialmente valorados como estudiar una carrera o realizar tal o cual emprendimiento.

Cuando el desencuentro del objeto y la pulsión adquieren niveles clínicos de padecimiento podemos hablar de sufrimiento histérico. El histérico, en su empresa puesta al objetivo de la insatisfacción, renovará siempre la búsqueda de un ideal inalcanzable, que atraviesa el tipo de relaciones objetales que construye. Ya se trate de la búsqueda de una pareja, su vocación profesional o inclusive la elección de un nuevo par de zapatos, no se encuentra nunca satisfecho. Más aún, aquello que no ha elegido, la pareja que no tiene, el otro par de zapatos que fue descartado, en definitiva el camino que aún no ha recorrido, es lo que renueva siempre su ilusión de completud.

12 de enero de 2015

La perversión

Para el psicoanálisis y su clínica, el concepto de perversión constituye un elemento esencial dentro de su edificio teórico, puesto que designa, junto a la neurosis y la psicosis, una de las tres posiciones subjetivas estructurales. A partir de los aportes de Freud comienza a reconocerse la impronta de una dinámica propia de los procesos perversos. Freud va a diferenciar los puntos de anclaje de la perversión en relación a la “sexualidad normal” y a otorgarle una identidad propia, con una configuración libidinal y mecanismos defensivos singulares.

El devenir a la pulsión sexual vinculada originariamente a la oralidad, culmina, según la concepción freudiana, con el acceso a genitalidad. Las etapas iniciales oral, sádico-anal y genital, son parte fundamental del proceso de construcción de la sexualidad humana, que culmina en la adolescencia. La tesis de Freud se constituye en el supuesto de que la pulsión sexual se orienta hacia la genitalidad heterosexual; la meta de la pulsión “normal” y esperable, es la búsqueda de un placer genital con los órganos del otro sexo. Pero advierte Freud que dicho devenir está expuesto a múltiples fracasos y encuentra que la pulsión admite variaciones en cuanto al objeto o la meta.

El objeto constituye de por sí la parte más variable de la pulsión sexual, como señala en 1915 en “Pulsiones y destinos de pulsión”. A lo largo de las etapas libidinales que atraviesa la pulsión el objeto cambia de acuerdo a la predominancia erógena. Será en un comienzo el pecho materno, o las heces, el objeto externo que permanecerá ligado a la satisfacción pulsional. La homosexualidad consistiría según esta perspectiva en una variación, también, de la pulsión en cuánto al objeto.

Masoch el inspirador de la palabra masoquismo
Si la sexualidad humana se orienta a la genitalidad y esta debe pasar para constituirse como tal por las fases previas descriptas por Freud, la perversión resulta de un anclaje libidinal a alguno de dichos estadios. Pero aún cuándo se haya garantizado el acceso a la genitalidad señalada, esta no logra prescindir por completo de la satisfacción de la vía perversa. Los resabios del tránsito de la pulsión en búsqueda de satisfacciones parciales son integrados a la genitalidad como los juegos previos a la consumación del acto sexual. A diferencia de la mayoría de los sujetos, el perverso ha transmutado la meta de la pulsión, que ya no está orientada a la búsqueda y el placer genital, por el placer ligado a un objeto fetiche que lo sustituye. Lo que para el neurótico deviene en la construcción de juegos introductorios a la consumación sexual, son para el perverso el fin último de la pulsión.

Freud considera la perversión como el “negativo de la neurosis”. La frase, que ha traído no pocas polémicas, viene a señalar que el síntoma neurótico encierra el mismo origen pulsional que el perverso. A diferencia del perverso el neurótico vive su sexualidad en privado, escenario ideal para sus fantasías que no logra poner en acto. Sucumbe a la represión del goce y se resigna a sostener un deseo insatisfecho. El fantasma del neurótico sería esencialmente el mismo que el del perverso, sólo que este vive con el otro su fantasma y lo incluye con o sin su consentimiento.

Si la clínica de la neurosis es la clínica del deseo, la de la perversión se constituye como la clínica del goce. El imperativo perverso señala que no es posible dejar de gozar. El neurótico se cuida a sí mismo de arder en la pasión del goce y crea las estructuras e instituciones sociales necesarias que le garantizan la represión del mismo. Si las normas instituidas existen en la medida de sostener la insatisfacción del neurótico no sorprende que el perverso se proclame contrario a ellas. Pero más que buscar la transgresión de la ley el perverso busca no transgredir su propia ley, aquella que señala el goce como destino.

En 1915 Freud define dos destinos pulsionales características de los procesos perversos: el “trastorno hacia lo contrario” (de la actividad a la pasividad) y la “vuelta hacia la persona propia”. Pero, posteriormente incluirá el concepto de pulsión de muerte, reformulando la doctrina de las pulsiones y con ello sus teorizaciones entorno al sadismo y la perversión. La categorización que realiza Freud entre pulsión de muerte y Eros implica una relación de subordinación de los componentes sádicos normales de la pulsión, puestos al servicio de la autoconservación del individuo (y la especie). Así, la pulsión de muerte se encuentra subordinada a Eros.

El sadismo constituiría la exteriorización de la pulsión destructiva fuertemente ligada a la pulsión sexual. En él se invertiría dicha subordinación y la meta erótica es puesta a favor de la pulsión destructiva. El entramado Muerte y Vida siempre estaría presente para Freud, aún cuando la pulsión destructiva emerge sin propósito sexual, se reconoce la satisfacción narcisista subyacente, a favor de los deseos de omnipotencia del yo.

19 de septiembre de 2014

Las estructuras clínicas en el psicoanálisis

¿De qué hablamos cuando hablamos de estructura neurótica, perversa o psicótica de la personalidad?

Estructura deriva del latín structura que viene a su vez del verbo struere. Su primer uso fue en la arquitectura para designar la manera en la que se construye un edificio. En el campo de las ciencias sociales es Ferdinand de Saussure quien le dio relevancia a este término y los fundadores de la escuela de Praga, Troubetzkoy y Jakobson, quienes lo llevaron al campo del pensamiento denominado estructuralista. Esta corriente considera la lengua como un sistema en el cual los diversos elementos ofrecen entre sí una relación de solidaridad y dependencia tal que forman una estructura. En el campo de la antropología es Lévi-Strauss, quien retomando los aportes de Saussure, va a proponer una Antropología estructural. El enfoque metodológico estructuralista se interesará por estudiar las interrelaciones (las estructuras) a través de las cuales se produce el significado dentro de una cultura. De acuerdo con la teoría estructural, dentro de una cultura el significado es producido y reproducido a través de varias prácticas, fenómenos y actividades que sirven como sistemas de significación. Una estructura no es pues una realidad empírica observable sino un modelo explicativo teórico construido como hipótesis.

La noción de estructura en psicoanálisis es posfreudiana y surge a partir de la obra de Lacan, quien elaboró una teoría del inconsciente estructurado como lenguaje. Lacan, a su vez, permite pensar al sujeto inmerso en una relación con un Otro que lo sobredetermina. Es decir, la estructura que Lacan da cuenta se ubica más allá del sujeto, lo preexiste y por tanto es un enfoque netamente estructuralista el que propone. Como señala Torres (2005) el sujeto en Lacan no es un sujeto que está desde el inicio, sino que lo que está allí es el Otro. De acuerdo a cómo se de esa relación con el Otro será el sujeto que encontraremos. El concepto de sujeto en Lacan, muestra que el sujeto está siendo hablado por el Otro. Recibe del Otro un texto, significante, que al tiempo que lo recibe lo mortifica. Lacan lo ilustra con una metáfora de un pez que se traga un anzuelo y para cuando se lo tragó, ya está dentro, ya está hablado por el Otro. Pero aunque no encontramos noción de estructura en Freud, la idea de inconsciente ligado al lenguaje recorre su obra. El inconsciente freudiano es un saber sin sujeto que se ubica y lo determina más allá de su propia consciencia. Por otro lado, el descubrimiento del funcionamiento de la neurosis, como la estructura central, va a ser un punto de referencia constante en su obra para pensar las demás categorías.

Uno de los autores que aborda el tema de las estructuras clínicas desde el psicoanálisis es Joel Dor (2006), para quien la estructura de un sujeto se caracteriza ante todo por un perfil predeterminado de la economía de su deseo, regida esta por una trayectoria estereotipada. Desde el punto de vista de la estructura, el primer momento decisivo es aquel en que se esboza el cuestionamiento de la identidad fálica. Dentro de la economía del deseo del niño es la llegada de la función fálica, y su consiguiente modo de resolución, lo que precipita una modalidad de inscripción singular en el sujeto. La dinámica edípica reposiciona al sujeto en relación a su deseo. La angustia frente a la comprobación de la castración de la madre es el origen de las reacciones defensivas destinadas a neutralizar dicha angustia. Dichas construcciones psíquicas defensivas van a predeterminar y orientar el curso de la economía psíquica del sujeto bajo ciertas modalidades, que para Dor son las que actualmente designamos en términos de estructura psíquica.

Al referirnos a la idea de estructura psíquica, entonces, estamos señalando tanto una modalidad defensiva como una economía del deseo particular, que es posible historizar en el sujeto a modo de trayectorias estereotipadas. La distinción freudiana entre neurosis y perversión, supone una diferencia del punto de anclaje de estas estructuras en la dialéctica edípica, al tiempo que señala las diferencias de las estrategias defensivas implementadas en uno y otro caso. Para el caso de la psicosis, el mismo Freud estaría interesado en encontrar el mecanismo de defensa particular que en un principio conceptualizara bajo el nombre de “renegación”. Será Lacan, quien continuará dicho interés proponiendo el concepto de “forclusión” como la operación defensiva fundante de la estructura psicótica.

Dor, J. (2006). Las estructuras clínicas y psicoanálisis. Buenos aires: Amorrortu
Torres, M. (2005). Clínica de las neurosis. Buenos Aires: Cuadernos del ICBA

La madre

Les dejo este interesante corto de la familia Bardem: Javier Bardem y su madre Pilar, que trabajan bajo la dirección de Miguel Bardem y con música de Juan... Bardem naturalmente. La historia ha convocado a toda la familia aunque suponemos que alguna coincidencia con la realidad será mera coincidencia. La historia habla de las dificultades que encuentra el hijo para deshacerse de su madre. Lo intenta por todos los medios pero siempre con el mismo resultado. Hay por allí una cierta compulsión a la repetición y la presencia de un antiguo mandato paterno. Que lo disfruten!


¡Oiga doctor!

Oiga, doctor, devuélvame mi depresión, ¿no ve que los amigos se apartan de mí? dicen que no se puede consentir esa sonrisa idiota (J. Sabina). 

Desde hace ya un buen tiempo que desde el imaginario social pensamos a la salud como ausencia de enfermedad o la falta de síntomas. Esta forma de pensamiento sostiene que es sano el que no está enfermo o que no presenta signo de enfermedad. En realidad el tema es bastante más complejo. Una de las cuestiones que hay que tener en cuenta es cómo influye la adaptación en todo el proceso de salud y enfermedad. La enfermedad no hay que pensarla por fuera de las condiciones materiales, familiares, sociales (etc.) que son las que la producen. Un claro ejemplo de cuándo enfermarse no es en sí "el problema" sino la consecuencia inevitable es por ejemplo un sujeto que ha perdido parte de su capacidad de audición por trabajar en condiciones laborales precarias con niveles altos de ruido. Muchas veces el organismo intentará adaptarse a las exigencias del entorno, aunque este sea patológizante. Desde la medicina social se viene insistiendo de la influencia del entorno, lo social y político en la emergencia de muchas enfermedades. Atender al estilo y la calidad de vida es intervenir en estos procesos, claro que, lo farmacológico sigue siendo una de las principales formas de abordar la enfermedad. No es para nada casual que la respuesta que reciben los problemas complejos de la salud y la enfermedad de la población sean abordados desde esta óptica. Los capitales de la farmacéuticas son empresas poderosas en todo el mundo que buscan su propio beneficio económico y así encontraremos que parte del “negocio” es no curar sino mantener el problema. Ni el simple antiácido estomacal ni el más poderoso antipsicótico “curan”, son efectivos mientras duran su efecto por lo cual terminan generando una clientela que provee ingresos permanentes.
En el caso de los antidepresivos otro de los problemas es el creciente uso que tienen en la población. En los Estados Unidos han llegado a un punto en que casi la mitad de su población es calificada de mentalmente enferma de algún modo y casi una cuarta parte de sus ciudadanos – 67,5 millones– han tomado antidepresivos. Daría la impresión que muchas personas están tomando muchos más medicamentos de lo necesario para problemas que pueden no ser siquiera trastornos mentales. Muchos además, son autoadministrados, sin consulta psiquiátrica.

 A continuación presento un video de Gwen Olsen, que habla de algunas de estas cuestiones. Olsen es una ex funcionaria de la industria farmacéutica y autora del libro “Confessions of an Rx Drug Pusher”.



Vidas arrasadas


Vidas arrasadas: La segregación de las personas en los asilos psiquiátricos argentinos documenta violaciones a los derechos humanos perpretados contra aproximadamente 25000 personas que están detenidas en las instituciones psiquiátricas argentinas. Más de un 80 por ciento de estas personas son encerradas durante más de un año, y muchas lo son de por vida. Dos tercios de las camas psiquiátricas pertenecen al sistema público. A pesar de que en muchas partes del mundo se han clausurado los grandes asilos psiquiátricos, el 75 por ciento de las personas en el sistema argentino de salud mental público se encuentran detenidas en instalaciones de 1000 camas o más.

Este informe registra graves hechos de abuso y negligencia en las instituciones psiquiátricas argentinas, y documenta, incluso, casos de personas que han muerto incineradas en celdas de aislamiento, exposición a privación sensorial mediante el aislamiento por un largo período de tiempo y actos de violencia física y sexual. El informe también detalla condiciones de vida peligrosas e insalubres, tales como la falta de agua en los baños, ausencia de cloacas, amenazas a la seguridad y riesgos de incendio en las instituciones. La vasta mayoría de las personas detenidas en las instituciones psiquiátricas argentinas deben sobrevivir en condiciones de casi total inacción y sin posibilidad de pensarse a futuro por fuera de la institución.

La institucionalización a gran escala y los abusos que la acompañan se debe, en gran medida, a décadas de una política de intervenir en grandes instituciones que segregan a las personas, en lugar de elaborar políticas y destinar los recursos necesarios para el desarrollo de servicios de atención en salud mental y apoyo en las comunidades.

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Fotografías

El fotógrafo Christopher Payne ha pasado ocho años fotografiando los hospitales psiquiátricos abandonados de Estados Unidos, un viaje que plasma en su libro “Asylum: Inside the closed world of state mental hospitals”, prologado por Oliver Sacks.

Con la calidad artística de las fotos de Payne queda claro que al menos algo bueno puede esperarse de este tipo de lugares.